6.El Yangzté

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10 de junio: rumbo al Yangtzé.

A pesar de que sea algo aburrido, tengo que explicarles un par de cosas acerca de nuestra aventura-odisea por el río Yangtzé.
Una de ellas, es que ya habíamos visto la posibilidad de hacer un crucero de tres días por el río desde casa, pero como nos pareció un poco caro, a parte de que no queríamos condicionar nuestro viaje por tener que llegar un día concreto a un sitio, decidimos que sería en la propia China, con el discurrir de los acontecimientos, si lo podríamos hacer o no.
La travesía que habíamos mirado y por la que preguntamos, era la de los buques President, de cuatro y cinco estrellas. Pero como ya estábamos "envalentonados" por como nos estaba saliendo todo, nos dejamos convencer por los chicos del albergue para hacer un crucero para chinos, más barato, y con más perspectiva de aventura para nosotros. Ciertamente, así fue.
Ahora lo recordamos, nos reímos y hasta lo contamos con cierta nostalgia, pero hubo algún día de fuertes cabreos.
Según nos explicaron, la diferencia de precios, era, porque al ser un barco para chinos, no había guía en inglés, y porque era de un día menos de duración, aunque veríamos lo mismo.
Bueno, sea como fuere, a las 6:30 de la mañana, nos metieron en un autocar de unas 30 plazas con ruta desde Chengdú hasta Chongqing, donde comenzaríamos el "crucero".
Ya al ver la guagua, que estaba asquerosa y llena de porquería, llena de chinos que lo único que hicieron en todo el viaje, fue comer y escupir por la ventana. Ya empezamos a sospechar algo...
Después de unas largas horas de viaje en esa "cutronada" de guagua, en la que el conductor "nos los puso en la boca" todo el tiempo, ya que conducía en punto muerto en las bajadas y adelantó muchas veces a lo suicida, llegamos a la cuidad de Chongqing casi al mediodía.

Ya nos habían hablado mal de esa ciudad, pero era peor de como que nos la esperábamos. Una ciudad a orillas de una parte del río totalmente industrial. Sucia. Llena de grandes y manchados edificios. Repleta y masificada de chinos malhumorados, que te miran mal, que caminaban a toda prisa y que conducían dando "pitazos" y gritándose por las ventanillas...muy, pero que muy mala impresión.
Pasamos un par de horas de mucho "stress" y nervios, cuando nos bajaron de la guagua y nos hicieron caminar, sin saber a donde íbamos, por el medio de todo ese "meollo", hasta un lúgubre edificio, en el que nos indicaron que usásemos el ascensor hasta la planta 4ª. Allí descubrimos, que estaba la oficina de la agencia de viajes (por así llamarla) que organizaba nuestro crucero. Solamente los baños, que casi nos hicieron vomitar, hablaban del sitio donde nos hallábamos. La oficina, constaba de un mostrador tipo bar, con tres chicas dentro y por fuera unas butacas roídas, donde se sentaban los clientes chinos y empezaban a vociferar entre ellos, como en un mercadillo, sin hacer cola ni nada, todos movían las manos llenas de billetes. Parecía que pujaran por algo.
A nosotros nos indicaron que nos sentásemos, pero como ya estábamos medio histéricos con todo el ajetreo, intentamos encontrar a alguien que hablara inglés. Un matrimonio de Singapour, con sus hijos, que iban a hacer otro crucero distinto al nuestro, nos hicieron un rato de intérpretes hasta que apareció una chinita de la agencia que "chapurriaba" un poco de inglés.
María José, la agarró del brazo y la condujo hasta un balconcito en el que se veía el muelle y le pidió, entre inglés y con mímica, que nos dijera cuál era nuestro barco. Ella nos explicó, que nuestro barco no zarpaba desde aquí, sino que lo haría desde Wangzhou, que a las 15:00, nos vendrían a buscar para ir en autobús al sitio, y que sobre las 20:00 embarcaríamos. Entonces, ya con un poco de ira, le dije a la muchacha, que nos devolvieran el dinero o que se buscaran la vida para alojarnos en uno de los President. Cosa que intentaron hacer, pero las tuvimos que detener nosotros mismos, porque recordamos, que anoche mismo, yo (muy listo por mi parte, el pensar que todo iba salir siempre bien) compré por internet, los billetes desde Wuhan a Shanghai.
Pues nos armamos de valor, que saliera lo que saliera. La chica de la agencia, nos aseguró que el barco, era el mismo modelo que el de los President, pero menos confortables, de tres estrellas (¡qué valor! ¡cuando lo vimos nos acordamos de toda su familia!). La chica, nos recomendó ir en taxi a almorzar a un Pizza Hut, para hacer tiempo. Como la ciudad, no estaba para atreverse a mucho, pues decidimos que sí. Allí, no hacían solo Pizzas, hacían de todo, o sea que comimos pasta para variar (un poco caro para lo que es China, pero a cambio tenía unos lavabos impecables, que es mucho). Allí nos relajamos un poco, hasta que volvimos a la agencia.
Después de un rato viendo un culebrón chino con los empleados, nos vinieron a buscar y comenzó de nuevo la tensión. Caminamos un ratito cargados con las mochilas hasta el muelle, donde había una guagua bastante nueva que nos esperaba. Nos hicimos una pronta ilusión de que todo iba a empezar a mejorar.
Mientras esperábamos a que llegara el resto de los viajeros, los vendedores de "chatarra" nos volvieron locos, se subían dentro de la guagua y no paraban de marearte. Más a nosotros que éramos, una vez más, los únicos no asiáticos.
Efectivamente, el barco, era una "grandísima chatarra". Yo he visto barcos de pesca en mejores condiciones.

Nuestro camarote, era peor que cualquier pensión en la que me haya quedado, pero eso sí, (y menos mal), con aire acondicionado. Los colchones, te clavaban sus resortes. Y cuando vimos la cocina, definifivamente, acordamos no comer nada, aunque pasáramos hambre, y comer lo que pudiésemos en los pueblos dónde parásemos.
La guía china, nos escribió en un papel que a las 23:00 era la primera excursión, la del templo de Zhang Fei. A nosotros, nos venía fatal por el "tute" que nos habíamos metido desde temprano. Bajamos a las 22:50 y ya se habían "pirado", por lo que no lo dudamos un instante y nos fuimos a dormir. El gran cabreo fue, cuando sobre las 00:30, la guía, comienza a aporrear nuestra puerta a ver si estábamos...del grito que le metí, la oímos alejarse corriendo.

 De modo que no se preocupó de que fuésemos a la excursión (que estaba incluida en el precio) pero sí de despertarnos de un susto a media noche...




En esos días solo oimos idoma chino y se nos notaba mucho:


11 de junio: las Tres mini-gargantas


A las 5:50 comenzó a sonar una música china odiosa a toda pastilla. Al rato la guía nos toca en la puerta y nos da unos tickets para ver no se qué y nos escribe en un papel 7:00-9:00 y por mímica entendimos que en ese horario haríamos una excursión, zarpando nuevamente al volver.
¡Sorpresa! una de las guías "chapurriaba" un mínimo de inglés. averiguamos que estábamos en nuevo Fengjie. Subimos a la cubierta superior a comernos unas chucherías que habíamos comprado en el carrefour de Chengdú y al rato viene la guía a decirnos que la excursión no estaba incluida en el precio.
Le devolvimos las entradas, pues no queríamos ver más pueblos cutres. Sólo queríamos ver las gargantas, hacer la excursión por las mini-gargantas, ver, porque no había más remedio la presa y salir de aquel odioso barcucho.
Pero es que al rato, viene otra de las guías a intentar echarnos de la cubierta superior, porque según ella, para poder subir, había que pagar un plus de 80 yuanes cada uno...Bueno, bueno, bueno...Eso fue la bomba que nos hizo explotar. ¡Mari casi se la come!
El mejor inglés que le he visto nunca hablar a Mari, fue cuando se enojó ese día. Y todo, absolutamente todo el mundo lo entendió. Casi literalmente, le espetó, con mucha ira, que esa "cutronada de barco" y que esta "estafa de crucero" no estaba en condiciones de pedirnos un duro más. ¡Que ni locos pagaríamos por subir a esa asquerosidad de cubierta, dónde no había sino porquería y gente escupiendo!
A la China, casi se la traga la tierra. Metió su rabito entre las piernas y salió "por patas", diciéndonos que le iba preguntar a su manager, y mientras huía de nosotros, Mari le advirtió, que si a su manager no le parecía bien, que nos llevara a tierra y que nos devolviera el dinero....(¡hombre ya!).
A partir de ahí, con nuestras inmensas narices, subimos y bajamos las veces que nos dio la gana a la cubierta y no hubo alma que nos chistase. Cosa que confirma nuestra teoría (y que vivimos muchísimas veces a lo largo del viaje), de que los chinos se piensan que los turistas son "gilipuertas", y te van tocando las narices una y otra vez, si te ven molesto, lo siguen haciendo aposta, hasta que ya les explotas y les metes cuatro "berridos" y entonces, ya te dejan en paz.
Lo hacen aún más con los "impresionables" turistas chinos, que a cualquier "chuminada" que les muestren (y por la que les cobran), enseguida exclaman WUOOOOHHHH!!! Los turistas occidentales, somos más exigentes a la hora de pagar un servicio, y por eso, chocan mucho con nosotros. ¡Pero ojo!, todo esto que estoy contando, es una impresión muy personal, sacada de nuestra experiencia, no quiero decir que sea así siempre.

Bueno, otra cosa que tengo que aclarar antes de proseguir, es que el río Yangsté, que atraviesa toda China, prácticamente desde el Tibet, hasta Shanghai, históricamente, los chinos, lo han usado como una carretera más. Por dónde antaño, y aún hoy en día, pasan enormes barcos de mercancías. Lo que pasa, es que desde hace ya algunos años, han visto el enorme "filón" que ofrecen para el turismo, los paisajes de la zona de las gargantas.

¡Por fin!, llegamos a la primera de las Gargantas. Muy bonita y en parte ayudó a relajarnos un poco el mal humor que llevábamos. Pero el plato fuerte, y lo que hizo que todo lo que pasamos quedase compensado, fue la excursión por las tres minigargantas. ¡Eso sí que fue impresionantemente bello!
Cambiamos a unos barcos más pequeños y bonitos. Nos dieron un paseo por unos hermosísimos afluentes.
El agua aquí era de color verde esmeralda (en el Yangzté, es color marrón fango), que discurría entre impactantes acantilados llenos de vegetación y de losas de piedra blanquecina en su parte inferior, que marcan las crecidas del río.
Nos dejaron en el precioso pueblito de Wushan, dónde nos dimos un relajante paseo y pudimos comer en sus puestitos callejeros. Primero comimos una especie de cuajada local, picantísima, que a pesar de su buen aspecto, no nos gustó demasiado y depués le compramos unos fideos fríos, a una viejita, que estaban que daban gusto de lo buenos.
Yo sigo pensando, que eran las fechas, y que a lo mejor éramos los primeros del año, o puede que éste sea un destino más para el turista chino, pero la gente del pueblo, parecía no haber visto mucho occidental en algún tiempo.
La gente nos saludaba y nos sonreía, los niños se sonrojaban cuando éramos nosotros los que les decíamos algo porque los pillábamos espiándonos. Mari, al ser rubia, llamaba mucho la atención, tanto aquí, como casi toda China. Aquí, hasta le salió un pretendiente. Yo en cambio, como soy feo, ¡pues ni en China! Respiramos tan "buen rollito" en este pueblo, que ya se nos pasó todo lo malo para el resto del crucero.
Al volver a los barquitos, éstos nos condujeron hasta otros afluentes más estrechos y bellos aún, donde cambiamos a unas "chalanas" para poder adentramos por sus salvajes vistas. Encontramos lo que buscábamos.
Valió la pena pasar por todo para llegar hasta aquí.
A las 18:00, nos regresaron al "cutre-barco".
 Pero ya estábamos tan repletos de buen "karma", que nada más nos incomodó. Nos fotografiamos con todo el que nos lo pidió, cogimos soltura comprando comida en los puestuchos y nos las cenamos en la cubierta "gratis para nosotros", porque ya nos miraban y no se atrevían a decirnos nada, nosotros incluso les sonreíamos... y hasta hubo alguno de los pasajeros, que intentaron en su "Chiningish", entablar conversación con nosotros.

¿Quedó claro lo que íbamos a hacer?

 
12 de junio: Presa de las tres gargantas.

Amanecimos de buen humor. Ya nos hacía gracia lo cutre que era todo. Todo, por el día tan fabuloso que vivimos ayer. Nos desayunamos unos sandwiches en nuestra "suite" y a las 8 nos salimos del barco, que ya estaba atracado. Nos metieron en unas canoas e hicimos la actividad programada del día.


Estuvo realmente divertida. Al rato de salir, pararon los motores para que hiciésemos una carrera contra las otras barcazas. Por supuesto ganamos nosotros porque nos sincronizamos con los chinos de abordo y remábamos mientras nos impusimos un ritmo gritando: ...HÁ...HÁ...HÁ...HÁ...¡lo que nos reímos todos!

Arribamos a un atracaderito, con unas piezas de plástico flotantes, por las que todos pasamos a lo largo de una estrecha garganta. Al final de éstos "legos" flotantes, subías una escalera que te alzaba unas decenas de metros por el pasillo, y volvías. En esto consistía todo. Pero estuvo bien.
La anécdota del día, fue que al volver hacia las canoas, había una, en la que faltaban unas plazas para llenarse, y al vernos, los chinos que en ella estaban, gente tirando a mayor, empezaron a llamarnos a gritos para que fuéramos con ellos. Yo les hice con mímica, que tenía que ir a orinar, lo que provocó un alboroto de risotadas. Cuando volví del baño, aún nos esperaban ya que no dejaban que nadie ocupase los puestos que ellos, habían reservado para nosotros.

Nos llamaban con la mano mientras enseñaban todos sus dientes al sonreírnos.
Cuando accedimos, la fiesta que montaron fue "total". Se levantaban casi haciendo zozobrar la larga y estrecha embarcación, para darnos la mano, riendo a carcajadas y diciéndonos: ¡¡¡Chánkiu, Chánkiu!!! ...Y nos convertimos en la fiesta de la canoa.
Según comenzamos a navegar, una de las señoras que iban delante, se volvió y comenzó a cantarnos.
Fue muy bonito y emotivo, pues aunque parezca una "ñoñada" china, la mujer tenía una voz, realmente bonita.


Sobre el mediodía, llegamos a la presa de las tres gargantas. Allí, nos bajamos ya con nuestras mochilas y nos metieron en una guagua rumbo a la presa, no sin antes despedirnos de algunos compañeros de crucero, que se hicieron amigos nuestros, intentando practicar su inglés.

La única guía de la agencia que hablaba bien inglés, estaba en esa guagua. Es curioso, como uno llega a echar de menos hasta un idioma que nos da tantos quebraderos a los españoles. Pero como es lo único que te suena, pues te agarras a él.
Se montó un pequeño amotinamiento, porque los chinos no querían dejar sus maletas en una consigna, querían dejarlas en la guagua. Pero tuvieron que pasar por el aro, porque como en todas partes en China, montan un control de rayos X en el que tienes que pasar las maletas, para poder entrar a cualquier sitio, como en un aeropuerto...yo no lo entiendo, será que tienen miedo de que les metan una bomba o algo...

De la presa, poco que decir. Es grande. La más grande del mundo. Cosa de la que presumen muchísimo, así como de que cuando empiece a funcionar, que es inminente, generará la misma energía eléctrica que no sé cuantas centrales nucleares. Riqueza para el país.
De lo que no dicen ni pío (cosas del comunismo), es de los millones de personas desplazadas a la fuerza, por culpa de la elevación de las aguas al cerrar la presa, ni del enorme impacto medioambiental que ha supuesto, exterminando cientos de especies protegidas de peces, entre ellos el delfín rosa del Yangtzé, ni de la catástrofe que supondría una hipotética rotura de la presa, que según estudios, los efectos arrasarían hasta la mismísima Shanghai.

Bueno, sin meternos en politiqueos, vimos la presa, y su sistema de exclusas por dónde suben los barcos. Desde lo alto, hay una vista del denso tráfico fluvial, muy singular.

Al finalizar la excursión, nos dejaron en una estación de guaguas. Dónde se supone que nos estaría un guía esperando para tomar el autocar hasta Wuhan. Ciudad en la que pernoctaríamos para por la mañana salir en avión hasta Shanghai. Más despropósitos de la agencia. Nos habían vendido los billetes, pero no habían informado a nadie. Localizamos al guía de la guagua de Wuhan, pero él no sabía nada de nosotros. Cuando Mari le sacó los billetes, se limitaba a decirnos: Ok! Ok! pero seguía mandando gente para la guagua y nos ignoraba. Hasta que probamos de nuevo nuestra teoría. Mari se mosqueó, le levantó un poco la voz y le preguntó cuál era el problema...enseguida nos condujo a la guagua.

Los muy "changas", habían vendido más tickets, que asientos. Mari se subió a la guagua, y en los primeros sitios que vio vacios, pero con unos bolsitos reservándose el asiento, se sentó y los quitó. (A mí particularmente, el rollito que se ha instaurado mundialmente, de que yo llego, pongo mi bolso y ya el sitio es mío, aunque me vaya de paseo por ahí, y tú te fastidias y te quedas de pié, es que me "infla las narices").
Desde fuera, dejándole claro unas cuantas cosas al guía, que tenía una cara de "zorro" que no veas, veo que se monta un alboroto. Un chino gordo, está sujetando a Mari del brazo intentando sacarla del sito. Inmediatamente me subí y cuando me planté al lado suyo, con cara de partirle la suya, la soltó y empezó a chillarle la guía. Yo me senté en mi sitio, mientras todos los chinos de la guagua (y Mari), le gritaban al guía. Entonces se subieron dos chinas, que estaban fumando tranquilamente fuera de la guagua y se vieron con que nos habíamos sentado en sus asientos "reservados"...se "montó la gorda" otra vez.
Todo el mundo chillaba dentro de la guagua y yo tranquilo, me limitaba a encogerme de hombros cada vez que las chinas me decían que ese era su sitio (haberte sentado...es que me infla el rollo de los bolsitos...).
Al final del alboroto, resulta que habían vendido 6 plazas más de las que habían. Y pretendían que esas personas, se hicieran un viaje de 5 horas de pié, pero como nosotros ya teníamos nuestro sitio...al final, después de que ellos se pelearan, trasladaron a esas personas a un microbus.
Fue un "palizón" de traslado. Y al llegar, ni estación ni nada de nada, el conductor, paró la guagua delante de un hotel y todo el mundo se bajó y se buscó la vida. Nosotros los primeros, que ya estábamos hartos, bajamos rápido a por nuestros bolsos y rápidamente paramos un taxi.

El taxi fue otra buena anécdota. Le enseñamos la dirección del alojamiento al que queríamos ir y el chico asintió. Después de dar un par de vueltas por la calle que se suponía que debería estar, sacó su teléfono, hizo varias llamadas, se bajó varias veces a preguntar a la gente, volvía y se intentaba comunicar conmigo estrujándose la cabeza por que no hablaba nada de inglés, se reía, volvía a preguntar a la gente...y así un buen rato, hasta que dio con el que le supo decir y llegamos.
En gesto de gratitud le fui a dar propina, y no me la aceptó, al yo insistir se ofendía. O sea que, una vez más, pese a todo lo que he leído y oído de los taxistas en China, menos alguno al que siempre calamos, casi todos, unos señores honrados.
En el albergue, nos dijeron que Shanghai, estaba imposible de albergues por culpa de la Expo. Una inglesa con la que charlamos brevemente, nos dijo que ella lo había descartado por que no conseguía alojamiento. Nosotros íbamos a ir sea como fuere. Nos conectamos a Internet desde el propio albergue y buscamos hoteles en Shanghai. Encontramos uno. ¡A solo quinientos metros del Bund a un precio más que razonable...¡¡¡es que la Mari tiene una suerte!!!

En la próxima parada: Shanghai. ¡Una ciudad que tenéis que verla alguna vez en la vida!